lunes, 1 de diciembre de 2008

DE CÓMO NUEVA YORK ROBO LA IDEA DE ARTE MODERNO Por Adolfo Vásquez Rocca

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Adolfo Vásquez Rocca



DE CÓMO NUEVA YORK ROBO LA IDEA DE ARTE MODERNO.

1.- En materia cultural, Estados Unidos, durante la segunda mitad del siglo XIX, fue partícipe de las principales tendencias de Europa. Los pintores norteamericanos estudiaban aún en París; los eruditos se entrenaban en universidades extranjeras y las orquestas sinfónicas norteamericanas y las compañías operísticas dependían completamente del talento europeo. Asimismo la filosofía que fue gestándose, el Pragmatismo, acusa una deuda y encuentra sus raíces en el empirismo inglés, cuyo influjo sigue presente hoy en la conformación del espíritu norteamericano y en lo que cabe llamar el estilo norteamericano de encarar las cosas, estilo particularmente propicio al desarrollo de la mentalidad empresarial que la nación del Norte ha desplegado como una de sus principales virtudes. Así la cultura norteamericana con frescura y originalidad, aunque todavía sin llegar al refinamiento, comenzaba a hacer valer sus méritos.

La contribución intelectual de Norteamérica más original e influyente durante finales del siglo XIX fue la filosofía del pragmatismo. Sus comienzos se remontan a 1870, pero sólo atrajo la atención general del mundo intelectual a la vuelta del siglo. En la mente popular, el pragmatismo justificaba la preocupación de Norteamérica por las pretensiones prácticas y la sanción moral a la violenta lucha por éxitos materiales.

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Adolfo Vásquez Rocca


La mayoría de los norteamericanos presumía de su éxito. Aún se oían algunas voces críticas. En un período de progreso y prosperidad, al parecer como resultado del liberalismo, el periodista norteamericano Henry George escribió Progreso y Pobreza (1879), que desafiaba al sistema de libre empresa. Thorstein Veblen, en La teoría de las clases acomodadas (1899), al examinar el papel del cliente en la economía de sus días, encontraba que consideraciones materialistas como el "consumo notable" y el "notable derroche" ejercían una influencia enfermiza en la estructura de los precios existente.

Estos escritores tuvieron una considerable influencia en Europa, donde la preocupación por los efectos del desenfrenado liberalismo económico, había perturbado mucho a los críticos sociales y naturalmente a los socialistas.

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2.-

Huérfanos de tradiciones, EE. UU. vive para la realidad inmediata y por ello subordina toda su actividad a la búsqueda del bienestar personal y colectivo. Prodigo de sus riquezas, el norteamericano ha logrado adquirir con ellas plenamente la satisfacción y la vanidad de la magnificencia suntuaria, pero no ha logrado adquirir la nota escogida del buen gusto. El arte verdadero sólo ha podido existir en tal ambiente a título de rebelión individual.

En el fondo de su declarado espíritu de rivalidad hacia Europa, hay un menosprecio que es ingenuo, y hay la profunda convicción de que ellos están destinados a obscurecer, en breve plazo, su superioridad espiritual y su gloria.

Para ahondar estas reflexiones sobre la forma en que el espíritu norteamericano consolida una identidad reactiva frente a la cultura Europa, nos situaremos en la compleja relación entre producción cultural y desarrollo económico. A estos efectos resulta decisivo el análisis del vericueto que conduce a la hegemonía norteamericana en el ámbito no sólo de la economía sino también -y de modo asociado- al del arte y la cultura. En la ya clásica obra De cómo Nueva York se Robó la Idea de Arte Moderno1 se realiza una profunda investigación sobre el nacimiento y desarrollo de la vanguardia norteamericana, que en pocos años consiguió trasladar el centro de la cultura occidental de París a Nueva York. En esta obra se analiza el rol que cumplió esa vanguardia en el acompañamiento del Plan Marshall en los años 50 y las condiciones internacionales que hicieron de ella un movimiento artístico que logró ser identificado con la democracia occidental.

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Serge Guilbaut, el autor, utiliza la comparación entre el panorama artístico de Nueva York y París en los años de la Guerra Fría para mostrar cómo las divisiones políticas en el mundo artístico parisino y la incapacidad para reconocer las críticas propiciaron que París pasase a un segundo plano en el ámbito de la innovación artística. De cómo Nueva York robó la idea de arte moderno reproduce el alcance del compromiso y la lucha que se dieron en torno al expresionismo abstracto y la preocupación de los artistas por resolver los problemas de la creación simbólica.

Fue un momento de crisis no sólo en lo económico, sino también en lo ideológico y simbólico. Un periodo que obligó a reorganizar completamente las formas de consumir y producir cultura como también los modos de entender el mundo. Los norteamericanos, vieron en esto una oportunidad, después de la guerra construyeron y solidificaron una tradición cultural de la que carecían.

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Era el momento propicio para que los Estados Unidos, que en esos momentos detentaba el poder económico y militar, lograra también erigirse como una potencia en el terreno cultural. Lo fascinante de esa experiencia es cómo los norteamericanos lograron armar una estrategia y tuvieron éxito. Los franceses siempre consideraron a los norteamericanos como unos cowboys sin cultura, y hasta fines de los años 50 los propios norteamericanos también tenían cierto complejo de inferioridad en relación a Francia.

Este sentimiento de superioridad fue, sin duda, un obstáculo para que los franceses se reinventarán, reflexionarán sobre los nuevos tiempos y sobre ese momento particular de la historia de Occidente. Con la guerra habían perdido la supremacía cultural del mundo. En ese sentido, tenían una imposibilidad fundamental porque no podían escribir sólo de arte; estaban obligados a hablar de otras cosas como la ocupación de Argelia y se resistieron a hacerlo. En cambio lo que hicieron los EE UU fue decisivo en materia cultural y económica. La nación Norteamericana contaba con intelectuales de primera línea como Clemente Greenberg y Harold Rosemberg con un profundo conocimiento no sólo de la de la historia del arte moderno, sino de literatura, música y sobre todo de economía y política. Aquí podemos rastrear nuevamente el pragmatismo típicamente norteamericano: transversal, ecléptico, intuitivo a las oportunidades que el devenir histórico ofrece a los negocios, en este caso particular a la industria cultural.

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Una de las cosas que Estados Unidos comprendió rápidamente fue que para convencer al mundo de que su proyecto de nación y su cultura eran no sólo respetables sino un modelo a seguir, necesitaban historiadores y una historiografía que promoviera el debate e hiciera conocer lo que habían hecho y lo que estaban haciendo. Los norteamericanos se aplicaron sobre su política cultural, mientras los franceses dormían en su autocomplacencia.

Francia se quedó con un solo discurso en la historia del arte mientras que en EE UU se promovieron diferentes voces y posiciones, se genero un auspicioso clima de debate y creación. Los departamentos de investigación de las universidades de los EUUU que se desarrollaron con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial integraron equipos interdisciplinarios de gestión y administración de negocios que interactuaban con las escuelas de arte y la bullente actividad de las Galerías. De modo que el debate no sólo se da entre estudiantes de arte sino también entre economista y filósofos; el resultado fue la producción de otro tipo de arte y especialmente de producción artística. Esto fue algo que relego a los franceses que todavía mantenían las escuelas de arte separadas de las universidad.

1 GUILBAUT, Serge, De Cómo Nueva York Robó La Idea De Arte Moderno, Editorial Mondadori, Madrid, 1990.

Adolfo Vásquez Rocca

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Adolfo Vásquez Rocca

Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Profesor de Antropología y Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad Andrés Bello UNAB. – En octubre de 2006 y 2007 es invitado por la 'Fundación Hombre y Mundo' y la UNAM a dictar un Ciclo de Conferencias en México. – Miembro del Consejo Editorial Internacional de la 'Fundación Ética Mundial' de México. Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Argentina. Director de Revista Observaciones Filosóficas. Profesor visitante en la Maestría en Filosofía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y Profesor Asociado al Grupo Theoria –Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado– UCM. Ha publicado recientemente el Libro: Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización, Colección Novatores, Nº 28, Editorial de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia, España, 2008.

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